
El roble nunca ha sido una mala palabra para el vino. Hay algo entre ellos que es único. El punto está en encontrar ese justo equilibrio que logre susurrar un lugar y trascender en el tiempo.
Esa posición de mesura, de simetría, no es una foto fija o una receta si no, más bien, una cuestión camaleónica que se ajusta y acomoda a los gustos volubles de los asiduos del vino.
Con el devenir de los años, la cuota de madera en el vino ha pasado por diferentes grados de protagonismo.
Históricamente, en nuestra cálida latitud, las crianzas se han concebido en toneles de gran volumen que conseguían mejorar los equilibrios de las uvas ibéricas aportando un toque sutil, añejo, de madera.
Sin embargo, la implantación por ley en Burdeos de la barrica de 225 litros como elemento de medida contable, supuso una importantísima innovación que dio un nuevo valor a la crianza, un nuevo estilo en el que el roble cobra mucha fuerza y se convierte en el actor principal de su eterno idilio con el vino.
Desde entonces, la travesía ha transcurrido en perfecta armonía. No obstante, tras varias décadas gestionando las crianzas en barricas bordelesas casi en exclusiva, parece que el paladar del consumidor busca darse un tiempo con el carvallo y deleitarse algo más con la fruta, el frescor y el origen del vino.
Bodegas y toneleros echan la vista atrás recordando antiguos procederes y recuperando pretéritos formatos con el propósito de cambiar, de nuevo, los papeles.
Mas los toneles tradicionales poco tienen que ver con los imponentes fudres y tinos que salpican las bodegas del siglo XXI con su exquisita y serena belleza. El saber hacer de nuestros tiempos nos permite fermentar en ellos, criar, respetar, proteger y mimar con precisión el vino que, un día, tomó forma en nuestra cabeza.
Barricas y toneles de distintas capacidades nos ofrecen la oportunidad de trabajar aspectos como la estructura, el volumen, el dulzor o la fruta desde varias perspectivas, complementarias y, las más de las veces, sinérgicas, prometiéndonos la posibilidad de diseñar diferentes encuentros entre el vino y la madera que reflejen nuestra pasión y respondan a las querencias gustativas de nuestro público.
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